Recuerdos Perdidos

By Hugo Dan

Published on Feb 18, 2022

Gay

Debes tener al menos 18 años para leerlo, este es un trabajo de ficción, todo en esta historia proviene de mi imaginación, espero te guste, me encantaría saber tú opinión.

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“¡Pedro!”, Exclamé después del estruendoso golpe de su pie en la puerta, esta se abrió completamente rebotando en la pared contraria. Me aferré a su cuello mientras sus fuertes manos me sostenían. Pedro había rodeado su camioneta apresurado para ayudarme a bajar, no que lo necesitara, ni siquiera había tomado tanto alcohol, quería estar lo mas conciente que pudiera para, ehm… mi noche de boda.


Esa mañana me desperté, con la misma extraña sensación, esa ansia que me recorría todo el cuerpo, ese fuego interno que no se apagaba y no me dejaba en paz a menos que hiciera algo al respecto. Y me refiero a estimularme, comencé por rosar mis pezones, esa ligera picazon se calmó, pero me hacia querer mas por lo bien que se sentia, esos roces se convirtieron en pellizcos, pellizcos que mandaban estímulos a todas mis terminaciones nerviosas como choques eléctricos. Mi pene empezaba a reaccionar, ese flácido apéndice que lograba una total erección al meter un dedo en mi culo. Me deje llevar tanto que de pronto ya estaba por deslizar un tercer dedo dentro de mí y gemí con tal fuerza que yo mismo me sobresalté. Esperé unos segundos bajo las sábanas, por lo general Pedro entraba al escuchar un poco de ruido, suponiendo que ya había despertado, pero no fue así.

Sali de la habitación y rondé un poco, estaba solo. Fue entonces que alguien tocó en la puerta, no me duró tanto el gusto de la privacidad. Al abrir la puerta me encontré a mi madre.

“¡Mamá! Hola”, dije con sorpresa, en esas casi dos semanas era la primera vez que acudía a visitarme, “Que sorpresa”.

“Buenos días Diego”, me sonrió y entonces se abalanzó a abrazarme, sentí un tremendo cariño con su apretón, “¿Por qué sorpresa? Hoy es tu boda hijo, vengo a llevarte para que te prepares.


Pedro dijo que era tradición del esposo llevar en brazos a su cónyuge a través de la puerta la primera vez que lo hicieran después de casarse. No tenía mucho sentido porque ya llevaba tiempo viviendo bajo el mismo techo, la diferencia era que a partir de esa noche… bueno, no solo dormiríamos juntos. Después de que golpeó la puerta cruzamos el umbral, estaba completamente oscuro, la única fuente de luz era la luna en su máximo punto, casi de inmediato Pedro me dejo pisar el suelo, entonces me tomó por la cintura y me giró hacia él, mis manos lo tomaron por sus brazos, tenía las mangas de su camisa dobladas hasta los codos.

“Te veías muy guapo hoy…”, le dije, no solo por hacerle un cumplido, era verdad, para mi, por primera vez lo había visto arreglado y pulcro, una barba bien recortada y delineada y usando traje. Pedro entonces me tomó de la cara, sus gruesas y cálidas manos cubriendo mis mejillas, entonces me jaló para besarme, fue un beso un poco brusco, su lengua se metió en mi boca a explorar, me tomó por sorpresa pero lo entendía, me aferré a sus brazos mientras el me empujaba mas y mas dentro de nuestra casa. Mi  ya esposo empezó a despojarme de mi ropa sin dejar de besarme, yo me tensaba un poco, estaba nervioso, no me iba a negar, aunque hubiera podido, pero… ya estábamos casados, era… ¿su derecho? ¿acaso tenía un derecho sobre mí?

Me acorraló contra una pared, sus manos abrieron mi camisa, la corbata todavía estaba puesta, la jaló apretando mi cuello, “Espera… ¡Espera!”, era inutil, se hundió en mi cuello a besarme, su respiración era agitada, como pudé desanudé la corbata y la deje caer al suelo, Pedro me quitó mi camisa, acarició mi torso, sus manos extendidas recorriendo mi abdomen hasta llegar y apretujar mi pecho, innegablemente me estaba excitando, entonces Pedro comenzó a besar mi pecho, cuando se enfocó en mis pezones fue como si un interruptor me hubiera lanzado de 50 a 100, si es que yo apenas estaba excitado a medias. Agarré su cabeza y la apreté hacia mi, entonces sus manos me agarraron de las nalgas y me levantó, yo rodee su cintura con mis piernas, jadeé con mi cara sobre su cabeza.


Mi madre me llevó al estilista, que al parecer era el único en el pueblo, además de solo realizar esa actividad. Agradecí que no fuera también el herrero o algo mas. No requeria mucho acicalamiento, así que solo hizo un corte de puntas y me peino de lado con un partido del lado izquierdo. Todo el tiempo la mujer que me dio la vida me veia al espejo, una que otra vez noté que limpiaba las lágrimas de sus ojos, al final, se acercó y poniendo sus suaves manos sobre mis hombros me vio en el reflejo del espejo que teníamos enfrente y sonrió, una sonrisa de felicidad pero que escondía una nostalgia que no descifraba, supuse era normal para una madre cuando ve a un hijo que está por casarse.

Ahí mismo en la barbería me rasurarian la barba, así que me pasaron al fondo, detrás de una cortina. 

“Muy bien”, dijo el chico, de aproximadamente mi edad, 25 años, traía un corte moderno de un rubio que a mi parecer no le quedaba bien, “Quítate la ropa”.

“¿Cómo dices?”, pregunté confundido, el chico permanecía de pie, en pose arrogante, como si tuviera una cita muy importante dentro de poco, no lo sé, quizás tenía un segundo trabajo en el pueblo.

“Que te quites la ropa, de qué otra manera te voy a depilar”.

“¿Depilar?”

“Es el servicio que se pidió y que ya fue pagado”.

“¿Y quien hizo eso?”, el joven, sin animo de ser retrasado mas tiempo, caminó a tomar una libreta, entonces leyó lo que indicaba en la cita de ese dia a esa misma hora. “...depilación completa… cera… tratamiento para piel suave… pagado… ¿Conoces a un Diego?”, por supuesto, había sido yo.

Me quité la ropa y la acomodé a un lado sobre una silla, me recosté sobre una cama parecida a las de masaje y el chico comenzó. Debo recordarte que soy bastante lampiño, pero lo poco que quitó con la cera fue algo doloroso. Lo unico para lo que usó navajas fue para mi cara, axilas y pubis, para todo lo demás como alrededor de los pezones, debajo del ombligo, fue la cera, o hasta entonces crei que seria solo eso, porque enseguida me pidió me que diera la vuelta.

“¿Como dices?”

“Que te gires, para depilarte el área perianal…”

“¿Podría tener un poco de privacidad primero? ¿Puedo ir al baño?”

“Tengo más citas esperando…”

“Esta bien… esta bien…”, entonces me giré, tenía un poco de aprensión al respecto, pero al instante pensé que el chico a eso se dedicaba y no era el único culo que había visto en su vida, aunque lo que me preocupaba era otra cosa.

Me giré exponiendo mis pequeñas pero redondas nalgas, a simple vista se veia la base del plug anal que me habia colocado despues de insertar mi tratamiento esa mañana. Sin inmutarse,  el chico quitó la aterciopelada capa de vello de mis mejillas traseras para enseguida enfocarse en lo principal, entonces sentí el calor de la cera, la untaba justo en mi raja, “Tu ´tapón´ servirá para proteger el ano, veo que no es tu primer rodeo vaquero…”, permanecí con mi cara viendo hacia abajo, intentando no hacer contacto visual.


Pedro me tiró en la cama de su habitación, y escuché el sonido de su hebilla, pronto su pantalón estaba en el suelo, yo también hice lo mismo, pero su premura me alcanzó y jalando mi prenda me dejó en ropa interior. Pedro se enderezó al borde de la cama y entre la penumbra noté su sonrisa, casi se arrastró en la cama, acariciando mis suaves piernas, entonces me giró, deslizó sus dedos debajo del elástico de mi ropa interior que era un suspensorio blanco, que dejaba al descubierto mis nalgas recién depiladas.

Lancé un fuerte gemido después de tomar una fuerte bocanada de aire al sentir la lengua de Pedro sobre mi culo, mi esposo me había jalado hacia él hundiendo su cara en mi raja, su juguetona lengua lamía mi hoyo, el usar el plug durante la mañana me había dejado algo dilatado, dejando explorar a su humeda y calida lengua, mis gemidos no paraban, iban en aumento mientras me retorcía sobre el colchón, mis manos apretaban fuerte la cobija y yo mismo levantaba mi cadera para que mi esposo pudiera disfrutar más de mi.

Enseguida Pedro deslizó la ropa interior y de pronto estaba completamente desnudo, sentí su movimiento sobre la cama, sus rodillas avanzando sobre el colchón hacia mí, mi respiración estaba agitada y mi corazon latia a mil por hora. Me tomó por la cintura y firmemente me detuvo, sentí el punteo de su verga, gire lentamente y lo mire, hicimos contacto visual, su mirada era lasciva, salvaje, y yo estaba nervioso, un poco asustado, pero muy excitado. Pedro se colocó en mi entrada, sentí como su cabeza abarcaba mucha más área de mi culo fruncido, apreté por instinto, “Relájate… respira hondo…”, yo asentí. Pedro empezó a empujar sus caderas, mi esfínter cedió, su gruesa cabeza adentrándose, teniendo una sensación totalmente diferente a la de mis dedos, su glande es gordo y caliente. En cuatro sobre la cama, seguí mirándolo hacia atrás, seguía avanzando lentamente, sentí mi intestino abrirse, estaba siendo ocupado por un trozo ancho de carne, me quejé y puse una mano en su muslo velludo para detenerlo. Pensé que Pedro se molestaría, que en su enojo por rechazarlo haría lo peor, forzar su entrada y desgarrarme, pero en lugar de eso me miró con ojos pacientes, dejó de agarrar mi cintura y puso su mano en la mía. Dejé caer mi pecho sobre la cama y estirando mis manos hacia atrás agarré de cada lado una de mis nalgas separándolas, fui retrocediendo, metiéndome cada vez más la dura verga de Pedro a mi ritmo hasta de pronto sentir su pubis chocar con mis nalgas, di un gemido largo de alivio, de triunfo, logré tenerlo todo dentro. Pedro me volvió a tomar de la cintura y empezó un lento y cadencioso movimiento. Rápidamente me perdí en el placer, estiré mi brazos al frente, con mi pecho sobre la cama y mis nalgas alzadas apoyado con mis rodillas, pronto el golpeteo de su piel en mis nalgas empezó a hacer eco en la habitación, en armonía con mis gemidos y sus jadeos. El lo había dicho, yo mismo me iba a entregar a él.


Fui a casa de mis padres después de la depilación, mi madre prepararia algo para comer mientras yo platicaba con mi padre. El hombre no era muy expresivo, pero estaba contagiado por el ánimo de mi mamá. Fuimos a mi vieja habitación y sacó un traje del closet.

“Este es tu traje, lo llevé al sastre, no usamos mucha ropa elegante por aquí muy seguido, había que arreglar unos botones”, lo colocó sobre la cama, le agradecí el gesto. Entonces él se sentó y acarició el saco y suspiró, pensé que habría un momento incómodo acompañado de lágrimas pero él mismo cambió el tono de la conversación, “Tengo algo para ti” dijo. Entonces abrió un cajón sacando de ahí una caja pequeña envuelta en color blanco.

“No era necesario”, le dije, cualquiera que fuera el regalo.

“No es mucho… mas bien no sabia que regalarte… asi que pregunté y le pedí a un amigo que iría a la ciudad que… bueno… ten…”, se pone de pie y me la entrega, igualmente me paro y tomo la pequeña caja y empiezo a abrirla, “Espero te guste… y… te sirva…”

Entonces desenvuelvo el regalo y lo abro, “Oh…”, noto es un pedazo de tela muy pequeño, lo saco y dejo la caja sobre la cama, entonces lo estiro y noto que es ropa interior, un triángulo de tela unido a elásticos, era un suspensorio.

“No sé muy bien qué es lo que les gusta a ustedes… los hombres que… bueno… espero me entiendas… me dijeron que ustedes los usan, y les gusta… porque… bueno, tu sabes…”, alza las manos haciendo mímica como si tocara unas nalgas.

“Muchas gracias papá…”, agradecí genuinamente, un poco incómodo por el regalo, pensando que mi padre me regaló una prenda que deja expuesto mi culo, me pregunté si acaso mi papá suponía que me gustaba que me dieran por atras, no lo quise averiguar.

Nos sentamos a comer un rico guiso casero, mis dos padres y yo, fue muy reconfortante hasta que mi madre le pregunto a mi papá si me había entregado mi regalo, él contestó que sí, y luego ella me miró sonriente, “Espero lo disfruten hoy en su noche”, no pude evitar sonrojarme así que cambié el tema.

“Ustedes me llevaran a la ceremonia, ¿cierto?”, los dos asintieron, “Y los dos me entregaran en el altar”, dije afirmando a lo que ellos estuvieron de acuerdo, entonces recordé algo muy importante, “¡Susana!, mi hermana, ¿llegará al lugar? ¿Vendrá aquí y nos iremos juntos?”, entonces un silencio se apoderó del lugar, incluso el chirrido de los cubiertos hizo eco en el comedor. Mis padres se miraron sorprendidos, “¿Que ocurre?”

“Nada hijo, nada”, dijo mi mamá.

“Ella irá a mi boda, ¿Cierto?”

“S-si… está muy feliz por ti, claro que estará… solo que ha estado muy cansada, ya sabes, su bebe, la recuperación…”

“Algo pasa que no me están diciendo… Ya han pasado dos semanas de mi accidente y no la he visto, ni siquiera una llamada, me lo van a decir”

“Hijo…”, mi madre me miró, su semblante era de preocupación, “No es fácil de explicar, por eso queríamos esperar a que lo…”, la mujer miró a mi padre y volvió hacia mi, “recordaras… ella no irá a tu boda”.

“¿Por que?”, el enojo por no saber toda la historia cambió a preocupación, con un poco de tristeza. Mi madre puso su mano sobre la mía, “¿Es por mi?”, se quedó en silencio, “¿Pedro?”.

“Ella está enamorada hijo…”, dijo mi padre, entonces sentí un vuelco en el estomago.


Me apoyé en mis manos tambien quedando de perrito, las embestidas de Pedro seguían, su verga gorda entraba y salía de mí con facilidad dándome un placer inmenso, yo gemía, daba rienda suelta a mi placer, cada vez más fuerte, que él lo supiera, que todos lo supieran, que mi esposo me estaba haciendo suyo. Entre la armonía de sonidos escuché el tintineo, agache mi cabeza, y mirando debajo de mi admiré mi pene erecto, en la punta tambaleando con el vaivén mi anillo se movía colgando de mi prepucio, sentía el roce del metal en el orificio de mi glande estimulando la pequeña entrada que borboteaba de liquido preseminal. La mano de Pedro se deslizó por mi angosta espalda hasta llegar a mi cuello, sentí su pequeña barriga postrarse en mi espalda baja al reclinarse para luego tomarme del pelo y jalarme hacia él, arqueé la espalda hasta que sus brazos me rodearon en un abrazo mientras mi culo se acomodaba a la nueva postura para seguir recibiendo su falo, la gruesa mano de Pedro me tomó del cuello apretando hacia él, giré levemente buscando su boca, sus aliento chocaba con el mio y de repente salieron dos palabras de su boca, “Te amo…”, no me dejó reaccionar, tampoco sé si yo lo iba a decir, pero nuevamente me besó, su boca abierta y húmeda intentó devorarme, sus manos me rodeaban aprisionandome contra él, me aferré a su cuerpo, sentí la tensión de su anchura y sus vellos corporales y segui perdido en placer.


La ceremonia se llevó a cabo en un jardin local, todo estaba perfecto, un arco adornado con flores donde Pedro y yo nos desposariamos, sillas por ambos lados y un camino angosto al centro donde caminaría para ser entregado por mis padres. Me sentía un poco culpable por la ausencia de mi hermana, ¿como había ocurrido?, Susana enamorada de Pedro, el hombre con el que me iba a casar. Mis padres hablaron largo y tendido, no era mi culpa, el amor entre Pedro y yo era genuino, y no era por menospreciar los sentimientos de mi hermana pero, Pedro no sentía lo mismo por ella. Terminé por aceptar que era mi felicidad o atender los caprichos de ella.

Nos tomamos de las manos y dijimos nuestros votos, acudieron familiares, amigos y vecinos, fue tan emotivo que terminé llorando, todos aplaudieron enérgicamente cuando nos declararon esposos y Pedro me tomó en sus brazos y me besó. La recepción fue amena, muy sencilla pero rodeados de seres queridos, ahí mismo en el jardín bajo una carpa bien decorada, compartimos alimentos acompañados de música. Después realizamos nuestro primer baile de esposos y enseguida brindamos para continuar con la fiesta.


Me aferré a la cobija cuando Pedro aumento su ritmo, la metia cada vez mas duro, y yo sentía una especie de dolor y placer mezclados, me quejaba jadeando pero a la vez gemía, no quería que parara, mi verga estaba tiesa tambaleando mientras goteaba. Pedro se detuvo para cambiar de posición dándome oportunidad para tomar un respiro, estábamos completamente empapados de sudor, me recosté en la cama viendo a Pedro, lentamente le abrí las piernas invitándolo a posarse sobre mí, se apoyó en sus puños y yo me acomodé, agarré su pene y lo fui guiando hacia mi, flexione mis piernas abriendolas lo mas que pude, mis manos acariciaron su cuerpo, su torso velludo, su pecho, su abdomen, mi hombre se acercó a besarme, yo gemía ahogado en su beso. Entonces el ritmo me indico que estaba cerca, se apartó de mi cara y lo vi gruñir, mostrándome su cara con las más excitantes muecas de placer, sus ojos perdidos detrás de sus párpados y su boca abierta bramando en un intenso orgasmo. Tan solo sentí su descarga, la calidez de su leche me inundo dándome un placer que no habia sentido jamas, me aferré a sus bíceps, lo rodeé con mis piernas, no quería dejarlo ir, debía depositar toda su semilla en mí para poder correrme yo tambien, lo cual ocurrió enseguida descargando entre nuestros cuerpos calientes.

Pasados varios minutos, estabamos recostados, Pedro abrazandome, disfrutabamos de la paz despues de aquella tormenta de sexo.

“¿Cómo te sientes?”, me preguntó.

“Bien…” le dije.

“...Pero…”

Sonreí, a pesar de no poder verlo. “¿Pero que?”

“Siempre hay un pero”, me dijo cerca de mi oído, no porque quisiera susurrarlo, más bien porque estando tan pegados era donde estaba su boca.

“Mmm… No… estuviste maravilloso”.

“Gracias”, noté como sonrió, debia estarlo, no pense que fuera tan bueno en el sexo, o eso queria creer, no tenia punto de comparación.

“...Pero…”, entonces dije.

“Ya ves… ¿Qué ocurre?”

“En la boda, alguien me dijo algo…”

“Sobre tu hermana”, me interrumpió asumiendo, “Tu y yo nos amamos, eso es lo que importa, tu hermana tendrá que aceptarlo”.

“Si… cierto…”

“¿Hay algo más?”

“Ehm… mmm… no…”, callé un momento, entonces le pregunté, “Conocí a una señora, una viejecita, es mi tía abuela según me dijeron… se llama Carmelita, ¿la conoces?”

“¡Claro! Muy linda… pero pobre mujer, esta senil, no le creas nada de lo que te dice, o bien siguele la corriente”.

“Oh ok…”, algo paso en la recepcion que yo habia callado, algo que me dejó un nudo en la garganta pero que decidi no cuestionar de momento, pero dejó una gran intriga en mi, debi calmarme con lo que me dijo Pedro, pero algo me decia que indagara, pasé unos momentos pensando, no habia manera de arruinar ese momento despues de la explosiva sesion de sexo que tuvimos, y en algun momento tenia que retomar mi mision por recordar, “Pedro… hay algo más…”, pero la única respuesta que obtuve fue la respiración de Pedro, estaba dormido.


Pasé breves momentos con los invitados durante la recepción, la mayoría solo me felicitaban, me decían lo feliz que me veía o lo buena pareja que hacía con Pedro, otros compartían alguna anécdota o muchos se presentaron conmigo sabiendo mi situación, pero hubo alguien, la tía Carmelita, una señora viejecita aislada en una mesa, se notaba su edad avanzada y su incapacidad de andar sola, por eso me acerque a saludar ya que su mesa se encontraba sola mientras los invitados bailaban al centro.

“Hola, buenas tardes, ¿Como la esta pasando?”

“Muy bien, es una boda muy bonita”, me contestó con su voz temblorosa.

“Muchas gracias, le agradezco nos esté acompañando”, su semblante cambió y dejó de ver al horizonte para verme a mi.

“¿Esta es tu boda?”

“Si”, le sonreí, de pronto sentí empatía, yo sabía lo que era estar desorientado, estar en un lugar y no saber quienes son las personas.

“¡Que guapo eres!” me dijo, yo le agradecí sonriendo, “Te deseo lo mejor”.

“Muchas gracias”

“Yo estuve casada cincuenta años”

“Son muchos años… ¿su esposo falleció?”

“No… me divorcié del hijo de perra”, entonces nos miramos fijamente, yo atónito por su respuesta y enseguida los dos nos carcajeamos, “Que guapo eres”, me dijo nuevamente, “¿Como te llamas?”

“Me llamo Diego”, entonces acarició mi cara, su mano era muy suave.

“Yo conocí a un muchacho llamado Diego, era muy guapo igual que tu…”

“Ah si”, para entonces ya entendía porque la señora estaba rezagada, era evidente no tenía sus ideas muy claras, pero eso me hacía sentirme agusto con ella, compartimos algo.

“Si… mira, ahí estan sus padres”, voltee a ver hacia donde miraba la mujer y me doy cuenta que eran los mios, reí por la situación.

“Oh, esos son mis padres”, dije entre risas, “Yo soy Diego, el Diego del que habla”, sentí una extraña sensacion de alegria, de que curiosamente ella y yo nos estábamos conociendo por primera vez siendo que ya nos conocíamos de antes, ¿no es tan enredado, cierto?

La mujer volvió a acariciar mi cara y me miró detenidamente. “No…” dijo segura de lo que decía, “Te pareces mucho a él, pero tú no eres Diego… Diego murió hace algunos años… fue muy triste…sobre todo para ese muchacho de ahí…”.

Entonces miré en la dirección a la que se refería. Ese muchacho era Pedro…

Next: Chapter 5


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