Recuerdos Perdidos

By Hugo Dan

Published on Feb 14, 2022

Gay

Tuve una infancia feliz. Crecí en un pueblo pequeño, con mis dos padres, una hermana y amigos con los cuales jugaba en el campo. Aunque fui muy inquieto siempre obedecí y nunca me metí en problemas. Era sobresaliente en la escuela y participaba en todo tipo de actividades artísticas o deportivas. ¡Vaya! Fui un hijo modelo… pero no recordaba nada. Todo lo fui viendo pasando de hoja en hoja en el álbum familiar que mi madre me mostró.

Estaba sentado en el sofá de la modesta casa de mis padres, veía las fotos y no podía evitar sonreír con cada recuerdo olvidado y a la vez sentir frustración. Di un gran suspiro y cerré el libro cuando apenas iba a la mitad.

"No te frustres hijo…", dijo mi madre agarrando mi antebrazo con su suave mano, "Ya recordarás", yo solo asentí, necesitaba los ánimos, y es que ya habían pasado cinco días desde que desperté en la cama de la clínica y no notaba ninguna mejoría, salvo el dolor muscular y las marcas de los golpes que se iban desvaneciendo con cada día.

"Estaremos ayudándote a que pase pronto", dijo entonces Pedro, que estaba sentado en un sofá individual enfrente de nosotros, después dio un sorbo a la taza de café que amablemente mi madre le había servido.

"Que afortunado eres hijo, de tener a un hombre a tu lado que te apoya en esta difícil situación, ¿no estás feliz?"

Pedro había sido un gran apoyo, un excelente compañero y cuidador. Los días siguientes de que desperté siempre estuvo atento, ayudándome a todo, incluso de más. Era meticuloso, amable, y qué decir de su comida, tenía un excelente sazón. También había cosas que no eran necesarias, como la hora de la ducha, que Pedro insistía que lo hiciéramos juntos, me tallaba y limpiaba con delicadeza aunque ya me sentía con la fuerza de hacerlo yo solo, ya podía estar de pie sin ayuda, pero me decía que le daba miedo que me diera algún mareo y resbalara. Lo acepté porque en efecto, yo continuaba tomando el sin fin de pastillas que me había recetado el médico y alguna de ellas me ocasionaba lapsos en los que me sentía desorientado, justo ese día tenía cita con el doctor para un chequeo. 

Ansiaba sentirme mejor y poder valerme por mi mismo. Pocas veces tenía un tiempo a solas, Pedro era excelente compañía, sus pláticas eran entretenidas, pero uno de todos modos necesita un tiempo a solas, por ejemplo, durante la ducha, el momento en el que me sentía más expuesto notaba como Pedro desde aquel primer baño ya estaba en erección durante todo el proceso, no temía que intentara algo, el prometió no hacerlo, más bien me sentía intimidado por su virilidad, yo hasta el momento desde que desperté no había tenido una erección completa, a pesar de no tener recuerdos sabía que esa era una parte importante de mi hombría. Obviamente tocaría ese tema con el médico, porque algo sucedía, podía asegurar que no me sentía atraído por Pedro y aun así sus manos comenzaban a provocar algo en mi, no el simple hecho que me tocara, más bien ciertos roces en particular, sus dedos pasando por mis pezones mandaban ciertos choques eléctricos por todo mi cuerpo, no entendía, incluso esa misma mañana al despertar, sentía un flujo de lujuria, una ansiedad que me hizo retorcerme en la cama, alcancé mi pene debajo mi ropa de dormir y tenté mi flacidez sin éxito, pero habiendo sentido eso durante la ducha, hice el intento jugueteando con mis pezones, ¡sentí placer! Un placer que me hizo empezar a gemir, tanto que opaqué el ruido mordiendo mi almohada, pero fui interrumpido por Pedro al entrar a la habitación. No sé si fuí rápido al girarme en la cama o si Pedro se dió cuenta, pero él no dijo nada.

"Si mamá…", lo miré, para después mirarla a ella y mentir, "Lo estoy…", y no es que sintiera repudio, estaba inmensamente agradecido, pero el sentimiento que él tenía hacia mí, no creía que fuera recíproco. Tomé un álbum distinto y comencé a hojear, mi madre me señaló y nombró a cada uno de los que aparecían en las imágenes, "Tu tía Raquel… tu tía Sonia… tu primo Luis… tu tío abuelo Esteban…"

Yo seguía sin reconocer a nadie hoja tras hoja, entonces llegamos a una donde se llevaba a cabo una fiesta, un cumpleaños quise suponer por el pastel. Lo extraño era que ni siquiera yo me reconocía en las fotos.

"Mira, aquí cumpliste 6 años, estabas obsesionado con ese dibujo animado. ¡Oh mira! Aquí está Pedro a un lado tuyo"

Vi a los dos niños entre la pequeña multitud y mi frustración crecía, pero entonces algo me hizo 'click' en la cabeza. "¿Ese es Pedro?", lo miré sentado enfrente de mi, y vi de nuevo al de la foto, de niño se notaba su cabello un poco más claro, "De niño eras muy adorable…", dije, Pedro sonrió, "Pero…", seguí dudoso, "¿Por qué… No se ve mucha diferencia entre nosotros, me refiero a la edad… nos llevamos… cinco años? No deberías tú tener ahí… ¿ehm?... ¿casi 11?", mi duda era genuina, Pedro miró a mi madre, que permaneció callada unos segundos.

"Si, por supuesto, pero Pedro fue un niño muy pequeño siempre, tardó en desarrollarse, ya de adolescente 'se dió el estirón'", dijo mi madre, "Bueno… está bien, creo que fue suficiente por hoy", y sin más retiró el álbum de mis piernas y se dispuso a guardarlo.

"¡hey! Estaba viendo las fotos", le dije, la verdad no era que estuviera interesado en seguir repasando mi niñez, pero no había mucho más que hacer y faltaba un poco para la cita con el médico. 

"¿Por qué no vas a tu habitación? Quizás te vuelva algún recuerdo si estás ahí un momento, además, venimos a que tomes algunas de tus cosas…", dijo Pedro, me puse de pie y asentí, era verdad, necesitaba recoger algunas de mis pertenencias, en casa de Pedro no tenía mucho y aunque él me había prestado algunas cosas su cintura era un poco más ancha y los pantalones me quedaban flojos.

Subí las escaleras lentamente, pasé la primera puerta que me dijeron era la habitación de mi hermana, que en ese momento estaba en su casa y la segunda puerta era la de mi habitación, abrí la puerta y tras un chirrido entre el silencio me adentré. Estaba la cama, un mueble con cajones, un espejo, un escritorio, todo estaba bien acomodado, como si en mucho tiempo nadie hubiera estado ahí, supuse que a mi madre le gustaba el orden. Me senté en el borde de la cama y admiré alrededor, nada, nada me volvía a la cabeza.

Entonces un sentimiento me invadió, como si una pequeña glándula en el centro de mi pecho hubiera reventado e inundado mi cuerpo con tristeza, me eché a llorar, de frustración, de enojo, me sentía impotente, atrapado en esa vida que no entendía, no se como me hubiera sentido de haber despertado y no saber quien soy y no tener rumbo, al contrario, desperté sin saber quien soy pero con una vida ya planeada, una boda en puerta y una esclavitud doméstica que no estaba seguro si quería. Limpié mi cara y me dispuse a revisar los cajones, me habían dejado una maleta sobre la cama para llenar con mis pertenencias, así lo hice, con pantalones de mezclilla y camisas de franela, típicas de un chico de campo.

Me dispuse a volver a la sala, lo hice despacio, un paso a la vez en silencio metido en mis pensamientos. 

"No se… no se si pueda aguantar…", escuché entre los susurros, "...lo sé… lo sé… me es difícil mirarlo y… ¡qué más quisiera que así fuera…"

Entonces interrumpí. Entre caminando a la sala con maleta en mano, mi madre estaba sentada en el sofá pero la acompañaba Pedro a su lado tomándola de las manos con semblante serio. Ella limpió sus lágrimas.

"¿Qué ocurre?", pregunté nervioso.

"¿Que va a ser?", contestó Pedro, "Tu madre está preocupada", la miré, aunque no la reconocía como tal, me era difícil verla sufrir y no sentir empatía. Me acerqué a darle un abrazo.

Pedro me llevó a ver un poco el pueblo esperando que reconociera los lugares, no es muy grande, y había pocos puntos de interés así que no demoramos. Manejó su camioneta Ford pick up y se estacionó sobre la calle principal, había pocos negocios abiertos, Pedro me explicó que el pueblo no andaba muy bien desde que construyeron la carretera directa entre las dos ciudades más grandes del estado, asi que la afluencia de turistas que tenían como punto medio el pueblo dejaron de llegar.

Sobre la calle principal estaba la consulta privada del médico que me atendió. Entramos al pequeño recibidor donde la asistente nos hizo esperar. No pasaron más de diez minutos cuando nos recibió el doctor.

"Diego, buenos días, Pedro…", los dos hombres se saludaron estrechando sus manos, "Comencemos de una buena vez", dijo yendo directo al grano, eso me agradó  aunque lo siguiente no tanto, "Por favor Diego, quítate la ropa".

"¿Cómo?", pregunté confundido.

"Si, quítate tu ropa, para revisarte, necesito ver si no tienes algún golpe que requiera atención".

"Ehm… está bien…", comencé a desvestirme, con un poco de pudor solamente, ya llevaba días desvistiéndome frente a Pedro, y este hombre era médico, "¿No cree más importante revisar los golpes en mi cabeza? No logro recordar nada todavía".

"Soy medico general Diego, debo revisar tu cuerpo 'en general', y no enfocarme solo en tu cabeza", dijo el médico con una sonrisa un tanto pedante.

"Está bien", dije doblando mi ropa buscando un lugar donde colocarla cuando Pedro se acercó a tomarla, "También por eso pregunté al salir de la clínica si no era necesario ir a un hospital, quizás un especialista pudiera…"

"¡Pppfff!¡especialistas! Esos solo quieren sacar más dinero del necesario, la verdadera profesión está en quien se enfoca en todo", su tono se tornó más arrogante, lo que menos quería era molestarlo y mejor que me atendiera lo mejor posible, así que ya no discutí. 

Estaba de pie, desnudo en medio de su oficina, el doctor me revisó meticulosamente, tocaba algunos de mis hematomas que ya estaban desvaneciéndose, sentía solo una ligera molestia, "Solo fueron golpes… ¿Sientes algún dolor fuerte al moverte, en las costillas, en alguna otra parte?"

Sin esperarlo, Pedro contestó, "No doctor, con los días ya no se queja tanto, creo que solo fueron golpes superficiales", miré a Pedro haciéndole saber que el doctor me preguntaba a mi "¿Que?", me preguntó con desdén, en pocos días me había dado cuenta de su temperamento al contradecirlo, "Yo le ayudo a ducharlo doctor, he tocado más su cuerpo en estos últimos días que él mismo".

"Y debe estar muy agradecido por eso, esa ayuda ha sido beneficiosa para su recuperación", el doctor se paró frente a mí y tomándome de la barbilla movió mi cabeza para cada lado revisando mi movilidad, "¿Como te has sentido con el medicamento?"

"Eh… Un...", estaba por contestar cuando Pedro interrumpió.

"Se queja de que son muchas pastillas doctor", Pedro suspiró con un ligero tono de desagrado, "Cada que tiene que tomarlas, son incesantes quejas".

"¿Pero le causan alguna molestia?", fue el colmo, dirigirse a Pedro en lugar de a mí que era el paciente. Pero yo contesté. 

"Me mareo con facilidad doctor", dije lo más rápido que pude para ganarle a mi acompañante, "Y comienzo a sentir molestia en el estómago… por eso digo que pudieran ser muchas pastillas…"

"Ajá…", dijo analizando mis palabras muy pensativo, "Estás algo delgado", dijo pellizcando mi costado, "las pastillas pueden llegar a dañar tu estomago si no comes bien"

"Oh pero si como muy bien", dije.

"Sí doctor, aunque lo he tenido que obligar, si por él fuera comería uno o dos bocados nadamas", estaba a punto de perder los estribos por las interrupciones de Pedro.

"Quizás sea conveniente cambiar el tratamiento", eso llamó mi atención y preferí escuchar al médico, caminó a su escritorio y comenzó a escribir en su recetario, "Por suerte, tengo aquí el medicamento, es suficiente para unos días…", dijo arrancando la hoja y entregándosela a Pedro, "Esperemos que para el día de la boda esté perfecto…", y compartió una risa cómplice, "Por cierto, gracias por la invitación, ahí estaré gustoso".

Quedé perplejo, "¿Invitación?", pregunté. 

"Me tomé la libertad de dejarla ayer con la asistente del doctor cuando vine a hacer tu cita".

"¿Y-y cuando me ibas a decir?", me sentía indignado, yo le había hecho saber que quería esperar, "Como entregas una invitación si…"

"¿Una?", preguntó extrañado, "Ya fueron entregadas todas".

Lo miré consternado, completamente indignado, el doctor se puso de pie e interrumpió, "Estamos atendiendo otro asunto de momento, si pudiéramos continuar, te explico tu nuevo tratamiento".

"Si, por favor doctor", traté de calmarme, respirando profundamente.

"Podrán parecerte muchos, pero serán administrados una vez al día solamente", el doctor dejó el medicamento sobre su mesa de exploración detrás de mí, giré la cabeza para ver, estaban cinco cápsulas envueltas en su cobertura de papel aluminio.

"¿Eeeh…? Doctor…"

"¿Si?"

"¿No le parecen muy grandes esas cápsulas? ¿Como podré pasarmelas?"

"Es lo que le digo doctor ", volvió a interrumpir Pedro, "Quejándose del tratamiento".

"Oh no, no", rió el médico, "Son grandes pero no tienes que tragarlas..."

"¿Entonces?", estaba totalmente perdido.

"Diego… son supositorios… la administración es rectal"

"No, por favor doctor, ¿cómo voy a...? Continúo con las pastillas".

"De ningún modo Diego, si te están causando malestar es conveniente cambiar el tratamiento"

"Pero otro doctor, otras pastillas o ¡inyecciones!"

"Te estas comportando como un niño Diego", Pedro se acercó a mí, hablaba entre dientes, como aguantando el enojo que le hervía dentro, ese temperamento que estaba aprendiendo que él se guardaba, "Cuál fuera el tratamiento estoy seguro que pondrías algún 'pero', así que aguanta ya".

"No se alteren", intentó calmar la situación el médico, "Es muy sencillo, no te preocupes, es como tomar una pastilla… pero al revés…", ese fue su intentó de broma, para nada graciosa, "¿Por qué no sales un momento a tomar aire?, mientras yo le explico a Diego como aplicarse el medicamento".

No era muy complicado, bastaba con una rápida explicación y ya, ¿que tan complicado puede ser resbalar una cápsula en mi ano y dejar que se absorba ahí? Pero al médico no le bastó. "Necesito saber que entendiste bien, por favor aplícate la primera dosis, y ya mañana lo haces tú solo, quiero ver que lo hagas correctamente", accedí porque por fin Pedro no estaba ahí para 'aportar' algo.

Me sugirió apoyarme en la mesa, separar un poco mis pies, y buscar mi ano con mis dedos, tenerlo bien ubicado antes de abrir la primera cápsula, "Los supositorios deben estar fríos para que mantengan el estado sólido, al introducirse en tu ano tu propio calor lo disuelve para que se absorba, no sentirás molestias y dejaras descansar a tu estómago".

Mientras estiré mi mano para ubicar y analizar mis movimientos, quise aprovechar que estaba solo con él. "Ehm… doctor…"

"Si".

"Tengo una situación… una duda…"

"Dime, con todo gusto te lo aclaro".

"Es que… bueno… es que… tengo un problema… o bien… no se si es problema… pero… no he logrado tener una erección desde que desperté".

"Ajá…"

"¿Si?"

"No veo el problema"

"Pero… se lo acabo de decir… no logro hacer…"

"Si, si, entiendo, pero tiene total sentido"

"¿Cómo?

"Tus recuerdos están en tu cabeza, por alguna razón, ya sea por algún golpe o simplemente por mecanismo de defensa, tu cerebro los tiene bloqueados, no tienes acceso a la gran mayoría de ellos".

"¿Eso quiere decir que…?"

"¡Que no recuerdas que es lo que te excita! Necesitas redescubrirlo. Yo lo veo más bien como una oportunidad única, de volver a vivir tu sexualidad desde el principio, ¿no te parece interesante?"

La verdad era que no, yo lo que quería era tener de nuevo la mente clara y rememorar todo acerca de mí, quería que acabara el sentimiento de confusión perpetua. "Si… creo que si…"

"Bien, ahora a lo que nos atañe", el médico agarró un supositorio y lo abrió de un extremo acercandolo a mi. Lo observé y suspiré resignado. Lo tomé y su consistencia era firme pero la capa exterior era resbaladiza. Me recliné sobre la mesa de exploración apoyándome con mi brazo y estirando el otro a mi retaguardia. Coloqué la punta en la entrada a mi culo y empujé, la sensación fue rara, entró fácilmente y sin dolor.

"Ahora aprieta… ayuda que dejes un momento el dedo fuera por si lo intentas expulsar", me indicó el médico y asentí. Tenía la sensación de un objeto ajeno dentro y el doctor abrió otro supositorio. Lo tomé con más confianza y lo llevé a mi culo, pero este resbaló de mis dedos y cayó al suelo.

"Oh, ¡diablos! Lo siento"

"No te preocupes, suele pasar, es mejor que alguien te asista…", el doctor abrió otro y dirigiéndose a mí posó una mano en mi espalda baja, "Quédate quieto", obedecí, él era mi médico, sentía el deber de obedecer. Entonces él colocó el supositorio en mi entrada y sin avisar, sin preparación o aviso lo empujó, la sensación fue peculiar, esa segunda cápsula empujó la que ya tenía dentro que estaba más blanda. Tuve esa sensación similar a la que tenía cuando Pedro rozaba mis pezones, un choque eléctrico que recorría todas mis terminales nerviosas, entonces vino el tercer y cuarto supositorio, faltaba el último, ese que yo había tirado, entonces el doctor fue por él. Mientras, yo estaba con él trasero alzado, recargado sobre la mesa de exploración, enseguida descansé la frente sobre la mesa y me percaté de algo de lo que no me había dado cuenta, mi pene.

Tenía una semi erección que no sabía en qué momento había ocurrido. Cuando el médico regresó, se paró detrás de mí y empujó el último supositorio, gemí por la sensación de tener mi recto ocupado y me mordí el labio para no evidenciarme. Aunque lo que ocurrió enseguida no ayudó para nada. Frente a mí, sobre la superficie donde tenía apoyado mi brazo, el médico colocó un objeto. Pareidolia, la tendencia de ver objetos conocidos en estímulos aleatorios, y eso fue lo que pasó, frente a mi, lo que vi fue una diminuta 'lámpara de lava', o también me dio la impresión que parecía una pequeña botella de coca cola, de las que son de vidrio, curvada con una base circular y una punta en ese caso redondeada. Irónico como recordaba el significado de 'pareidolia' y no otras cosas más sencillas.

"¿Qué es eso doctor?"

"Es un 'plug' anal", dijo con familiaridad.

"¿Y para qué es?", pregunté intrigado, tratando de aguantar el conjunto de emociones en ebullición. 

"Lejos de lo que la mayoría cree, es un instrumento muy útil, previene que el medicamento que te acabo de administrar se escurra antes de ser absorbido… es solo preventivo, usualmente no es necesario, pero por la cantidad de supositorios que te receté es mejor prevenir", Tragué saliva, escuchando sus argumentos pero un poco incrédulo, pero ¿porque mentiría?, "Ahora, te lo pondré para que veas… bueno, que sientas como debe de ir…"

El médico tomó el objeto y lo llevó detrás de mí, sentí la punta redondeada y la presión que hizo inmediatamente, mi esfínter cedió, me quejé levemente y apreté mis manos, instintivamente levanté más las nalgas, el doctor me presionó la espalda baja, me pidió que me quedara inmóvil, el asunto era que el dolor era leve, pero más que eso, sentía una extraña sensación de placer. Entonces el doctor empujó el artefacto hasta que la base llegó hasta mi entrada, "Muy bien Diego… debes dejarlo así una hora, para evitar filtraciones y que tú cuerpo absorba todo", volví a asentir, callado mordiendo mi labio tembloroso, "Hazlo por la duración del tratami… ¡Vaya! ¡Vaya!", exclamó, pero yo continuaba en posición y no me percaté que fue lo que distrajo su atención.

"¿Que pasa doctor?", pregunté consternado.

"Bueno… pues creo que ya no tienes más tu problema…", sin dejarme deducir de que hablaba sentí su mano deslizarse entre mis piernas desde atrás, sus dedos índice y pulgar rodearon la base de mi pene ¡que se encontraba duro! ¡totalmente! Lo jaló gentilmente para atrás, como para dar un mejor vistazo, y apretó un poco más, sentí mis bolas presionadas en su palma, "¿Será posible que?...", se preguntó a sí mismo el hombre, "Diego… Dime que sientes si hago esto…", entonces respingué, un gemido involuntario salió de mi boca, sentí vergüenza, fue un gemido agudo de placer disfrazado de sorpresa. "Veamos una vez más…", el doctor golpeó levemente la base del plug en mi culo con sus dedos, como dando una palmadita, volví a sentir el flujo de placer naciendo de mi base hacia todo mi cuerpo, el médico lo volvió a hacer y yo cada vez me sentía más excitado, mi verga dura palpitaba y sentí como un poco de líquido preseminal comenzó a fluir.

"¡P-por favor! No más…", rogué. 

"¿Te das cuenta Diego…? Acabamos de describir el origen de tu placer… lo que hace que te excites es la estipulación anal, tu cuerpo ya lo recordó, ¡Vamos en buen camino!"

"¿C-como puede ser doctor? Yo… yo no se… no pensé que yo…", me sentía más confundido que nunca. Si no había despertado imaginando ser homosexual, el pensar que no soy la parte remitente sino la parte destinataria en la relación me causaba más dudas.

"No te preocupes Diego, mi recomendación es que te dejes llevar… explora… no hay nada más sabio que el cuerpo humano, tu mente quizás no lo recuerda aún, pero tu cuerpo si".

Salí no muy convencido del consultorio. Pedro me esperaba de pie en la calle, me miró con ojos de preocupación, ya había calmado su enojo y quizás, o eso esperaba, sentía algo de arrepentimiento. Cargué con mí receta y mi paquete de supositorios que el médico me proveyó. El camino a casa fue lento y silencioso, Pedro manejaba la camioneta Ford con una mano y la otra recargada sobre la ventana, yo estaba sentado en el lado contrario del asiento único del vehículo,  iba analizando la situación, ¿cómo era posible que no recordara nada? Yo no sentía todo lo que me decían que yo era, ¿acaso soy un caso raro? ¿Una anomalía médica? Divagué en mi mente, ¿existirán casos como el mio en el mundo donde una persona despierta después de un accidente sintiéndome totalmente contraria a lo que era antes? Hubo un repentino salto en el camino rural, y sentí el golpe del asiento en el plug, apreté los dientes para no gemir. Mi cuerpo me indicaba que eso me gustaba, sentía placer y ¿me lo estaba yo negando solamente porque no lo recordaba? Suspiré, exhale tan fuerte que Pedro escuchó. 

"Amor… Diego… lo siento…", dijo, y dejó unos segundos de silencio antes de continuar, "No quise excluirte de la planeación, yo solo quiero que te recuperes y no pienses o sientas estrés por otras cuestiones…", Pedro sentía que yo estaba molesto por ser excluido de la entrega de invitaciones, pero la verdad no era esa, yo quería retrasar todo, posponer, pero, ¿era conveniente? Quizás lo que estaba haciendo yo era retrasar mi recuperación. 

Me moví en el asiento más cerca de Pedro, él sonrió y cambió la mano con la que conducía para rodearme la espalda con su brazo. Tomé su mano que descansaba en mi pecho. Talves solo hacia falta poner un poco de mi parte.

En los pocos días con él, llegué a sentir aprecio por Pedro, era amable, atento, cariñoso, pero no lograba sentir ese amor que él me profesaba, y en lugar de sentir indiferencia, me sentía mal por no quererlo de esa manera. Yo ya podía estar de pie y caminar por mi solo, incluso podía realizar las tareas en el hogar, pero Pedro me insistía que descansara, después de una semana de estar casi todo el día en cama me sentía cansado, cansado de no hacer nada. Le ayudé a preparar las comidas, a limpiar y siempre que él se acercaba a mi con una muestra de cariño sentía mi aprehensión y rechazo, primero fue paciente, pero luego sentí su enojo, no me lo decía directamente pero yo sentía su molestia. Las duchas no eran más fáciles, ya que él seguía insistiendo en hacerlo conmigo y mantenía una erección todo el tiempo, ¿pero que debía hacer yo? ¿Hincarme y mamarle la verga solo porque ha sido bueno conmigo y lo merece? No.

Al segundo día después del cambio de mi tratamiento, estaba en el baño después de la ducha matutina, por la obligada confianza que ya tenía con Pedro yo había perdido casi todo el pudor, así que seguía desnudo, solo que al haber ido por mi medicamento al refrigerador olvidé cerrar por completo la puerta del baño. Estaba enfocado en mi aplicación de frente al espejo apoyado en él lavamanos cuando vi el reflejo de Pedro viendo a través de la puerta entreabierta. Me sobresalte lo que hizo que dejara caer el supositorio al suelo.

Pedro entró lentamente, y se agachó para tomarlo, volvió a enderesarse y permaneció a un lado mío, nos veíamos uno al otro en nuestro reflejo, Pedro ya se había vestido, lleva un pantalón de mezclilla y una camisa de color azul claro con las mangas dobladas hasta el codo.

"Te ayudo", me dijo.

"No es necesario… gracias…" le dije, además, tenía en la mano la cápsula que toco el suelo, debía cambiarla, pero eso a él le dio igual y sin advertirlo buscó mi hoyo sin siquiera mirar, sus ojos fijos en los míos en el espejo. "Aaah…", gemí cuando el resbaladizo objeto se insertó, Pedro agarró el segundo y abriéndolo hábilmente lo dirigió a mi entrada y colocando la punta empujó con su dedo pulgar, el cual no le bastó con introducir el medicamento sino también un poco de dedo. Apreté los bordes del lava manos y mordí mi labio. Lo mismo hizo con el tercero y el cuarto con el cual se abrió camino también su pulgar.

Entonces Pedro me miró a mí, su cara a centímetros de la mía, sentí su aliento chocar con mi mejilla. Abrió el último y lo empujó, pero esa vez con su índice, gemí más fuerte. Pedro dejó su dedo dentro, después dijo, "hay que asegurarse que se introduzcan completamente…", pude haberle dicho que para eso era el plug, pero de pronto sentí mi culo abrirse recibiendo dos gruesos dedos de Pedro, ya no pude aguantar más y el siguiente gemido que salió de mi boca fue de placer puro. Miré hacia abajo con vergüenza, mi verga de tamaño promedio estaba dura, el prepucio permanecía estrecho cubriendo hasta la mitad del glande incluso en total erección, las venas se hincharon. Pedro se dio a la tarea de asegurarse que mis supositorios estuvieran adentro, en lo más profundo de mi, lentamente metía los dedos y los sacaba, estos volvían a deslizarse sin problema entre la cremosa consistencia de las cápsulas, mientras yo continuaba tenso, erguido, mis ojos casi se volten y mis párpados temblaban.

"P-por favor… P-Pedro…", quise suplicar, el placer iba en aumento, pero yo no quería, yo no quería avanzar más. Pedro puso su otra mano en mi abdomen, sosteniendome para que sus otros dedos penetraran más. Tuve una sensación rara en aumento, una bomba de tiempo, una válvula a punto de estallar, agarré las muñecas de Pedro para que se detuviera, pero él era más fuerte que yo. Subió su mano a mi cuello y me apretó, bufó en mi cara, y mi culo fue invadido por un tercer dedo, "aaah… aaaah…", mis gemidos no pudieron se ahogados, cerré los ojos, sentí desmayarme, pero no fue eso, enseguida sentí la explosión, me vine, sentí la leche recorrer mi ducto interior a presión, lanzando lefa como manguera en descontrol.

Antes de soltarme, Pedro se acercó a mí oído y susurró, "Mucho más vas a gemir cuando te entregues a mi… ya falta menos…"

Next: Chapter 3


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