Debes tener al menos 18 años para leerlo, este es un trabajo de ficción, todo en esta historia proviene de mi imaginación, espero te guste, me encantaría saber tú opinión.
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Mi vida ecuestre
Capítulo 13
Petulante o engreído debió haber sido mi nombre de pony de carreras después de haber llegado en primer lugar. Fue el sentimiento embriagador de fama y reconocimiento, no tengo justificación, es simplemente la razón por la cual cambió mi actitud. De ahí en adelante, me esforcé por siempre llegar en primero, me ejercitaba, entrenaba mañana y tarde, comía todos los alimentos que eran cinco veces al día por indicación del médico, el trato hacia mí cambió, me convertí en el favorito, por el que todos apostaban, sabía les estaba haciendo ganar mucho dinero, me lo hacían saber con cada ceremonia que pasaba. En un momento mi anhelo por salir de ese lugar se había desvanecido, tenía todo, tal vez no lo que había soñado que sería de mi vida pero me miraban con admiración, los hombres tocaban mi cuerpo, como si de un amuleto de buena suerte se tratara, incontables la veces que los señores que acudían a las fiestas rosaban sus escuálidas o rechonchas manos por mis muslos y nalgas, "¡Impresionante!", exclamaban, y como no, eran hombres con mucho dinero los cuales todo lo obtenían por su poder en los negocios o su puesto, más no se preocupaban por su apariencia. Sin embargo, las mujeres que los acompañaban en su mayoría eran jóvenes y hermosas, que se habían casado con estos hombres por dinero, no veía yo otra razón, los conocía también en la privacidad de la sala de estar del señor Pierce, y no eran las personas más respetables del mundo actual. Si acaso alguna esposa se notaba mayor en años, debía ser del primer y único matrimonio, ellas eran asertivas, sabían lo que querían, eran iguales a esos hombres que se expresaban como si merecieran todo en el mundo. Mi consuelo ante eso fue que me follé a un montón de esposas jóvenes, quizás porque a los maridos ya no se les paraba o simplemente por el gusto de saberse cornudos, me daba igual, incluso saber qué ceremonia a ceremonia se disputaba mi 'monta', saber que cada semana que ganaba una carrera no solo ganaban dinero apostando sino que también el señor Pierce obtenía una ganancia al 'rentarme'.
Anhelaba que llegara el día de la carrera tanto como la ceremonia y mi momento de descargarme en alguna joven chica. Todas terminaban con un fuerte orgasmo jalando mis riendas para que no me separara de ellas, en más de una ocasión escuché como pedían más tiempo para que mi verga se deshinchara aún dentro. Claro, la dinámica era la misma, colocaban las riendas, ataban mis brazos a mi espalda, mi boca amordazada y mis ojos cubiertos. Quizás para esos hombres la infidelidad se cumplía si yo miraba, tocaba o besaba a sus mujeres, era simplemente un juguete, un consolador andante para tener felices a sus cónyuges, y me encantaba.
Las cosas en el establo también cambiaron, quizás me adelanté mucho y debo contarte que fue lo que pasó ese primer día después de que regresé de la mansión del señor Pierce. Había pasado toda la noche atado al potro, mis músculos habían estado entumecidos y tenía una sensación de incomodidad y cansancio por haber pasado una mala noche, pero eso no me detuvo, tan solo llegué, miré a mis compañeros, mi semblante frío y mirada penetrante, nadie dijo nada, caminé directo a las pesas y comencé a entrenar. Nadie quiso acercarse a mí, seguían resentidos por la manera en que gané el día anterior, ¡Idiotas! Pensé. No había reglas en las carreras, ¿Por qué para otros si era permitido y si yo había sido más agresivo me merecía el silencio de todos? Pero no entendía entonces que el problema era mi soberbia. Al oscurecer tomé mi ducha y caminé al establo, me paré en la entrada, ya todos estaban acomodandose en su lugar, el jugueteo todavía no empezaba y mi intención era clara. Me paré con mis piernas fuertes separadas, mis brazos cruzados flexionados apretando mi pecho, mi verga hinchadose anticipadamente, no por excitación… era el sentimiento de dominación que crecía en mí.
Todos me prestaban atención expectantes, era claro quién estaba al tope en la lista. Deimos, uno de los gemelos, se acercó gateando hacia mí buscando mi verga, tan solo la agarró para intentar engullirla lo aparté, ya había logrado diferenciar a los dos hermanos, fue fácil después de darme cuenta que a Phobos le gustaba recibir la verga en el culo mientras que a su hermano Deimos amaba chupar una dura verga. El chico se apartó confundido.
"¿No vas a querer follar?", preguntó Bali, se notó una leve risa en su voz, quizás creyó que yo también me iba a sentir más que todos al estar en el primer lugar.
"¡Oh! Si que lo haré"
"¿A quién vas a querer coger esta noche?", preguntó Osiris.
"¿A quien más?", dije firmemente, "A quien me corresponde, a quien está debajo de mí".
"¡Ja!", exclamó Cobalto, "¿Vas a follarnos a todos?", preguntó incrédulo, dudaba de mi fuerza y virilidad, estaba seguro que podría hacerlo pero mi intención no era comprobarlo, sino otra.
"Voy a follarme al segundo lugar…", avancé lentamente hacia donde Llamarada estaba acostado, el hombre permaneció postrado, entonces le pegué levemente con mi pie, mi intención era solamente moverlo para tener su atención, la cual estaba seguro tenía.
Sin decir palabra el hombre se puso de pie frente mí, era más alto así que tuve que inclinar mi cabeza hacia arriba entre la penumbra. Permanecimos en silencio por un momento.
"Hincate y chupa…", le dije "Si no quieres que te la meta en seco". Aparentemente el pelirrojo no tenía intención de hacerlo, escuchaba su respiración agitada, estaba a punto de bufar, debía estar enojado, frustrado, "Son las 'reglas' del establo", le dije. Entonces Llamarada dió un paso al frente pegándose a mí desafiante, en un instante la situación se podía descontrolar y yo estaba dispuesto a luchar por mi derecho. Luego de un momento que se percibió como una eternidad, el hombre se hincó. Sonreí al sentir su mano agarrando mi pene y metiéndoselo a la boca. No fue una buena mamada debo admitirlo, fue más la satisfacción de tener al hombre que tanto había sido aclamado sometido ante mi. Tan solo la tuve dura y mojada con su saliva le ordene se recostara, me tumbé arriba de él y guiando mi verga a su hoyo empujé, no de golpe, no soy un sádico, pero tampoco tuve consideración, mi dura verga se fue abriendo camino en el angosto orificio que atrapó mi pene con un firme agarre. Esa follada si que la disfruté, tanto que después de venirme adentro de su culo esperé a recuperarme y lo hice de nuevo.
El resto de la semana me cogí a Llamarada dos veces por noche, no podía protestar, y lo que me prendía más era saber que no lo estaba disfrutando, con cada metida el hombre se quejaba y gruñía, y entre más se quejaba más quería hacerlo sentir dominado por mi. Lo follé en el suelo, en cuatro, de lado, le ordenaba se separara las nalgas o que se sentara él solo. Y no paró, a la siguiente carrera ya estaba listo, aunque me dió lucha obtuve el primer lugar nuevamente, otra semana más con Llamarada como mi yegua, el hombre no protestaba, pero se notaba su disgusto.
Con el tiempo el sexo con él se tornó monótono, de haber estado teniendo sexo con otros seis más, rotandonos noche tras noche a llevar una 'relación' monogama, a falta de un mejor nombre a lo que tenía con él, y no estaba de más, llevaba tres meses invicto, en los cuales Llamarada había sido mi culito personal. Llegando la noche me recostaba en mi lugar habitual y sin siquiera dar una orden el pelirrojo se recostaba a mi lado, al principio debía indicarle cuándo empezar, pero con los días ya no fue necesario, me mamaba la verga para después montarse sobre mi, el solo guiaba mi duro pene y se ensartaba el mismo.
Quizás su forma de aceptar su suerte y saberse mi perra fue lo que me desmotivó pero en lugar de hacerlo a un lado y follar con alguien más, idee formas de someterlo más a mí, incluso de humillarlo. Empecé por acercarme durante el día a exigirle una mamada, al principio se mostró renuente, pero supo sabiamente ceder, sabía que por la noche la pasaría mal si se negaba, así comencé a tener mamadas diurnas, lo interrumpía durante sus ejercicios para hincarse frente a mi y follarle la boca, o durante la ducha o su comida, que a partir en que en una ocasión me dió una mamada a la mitad de su almuerzo y me vine en su boca, "tragatela", demandé, "Necesitas la proteína si quieres ser el mejor, como yo".
Descubrí que el sentimiento de dominación era mayor al darle de tragar mi semilla, así lo hice cada vez que tenía oportunidad.
La dinámica del grupo se quebró en cuanto empecé a dominar las carreras y a Llamarada, no fue imposible pero sí más difícil la rotación con los seis lugares abajo. El primero en sufrir la mala suerte fue Maya, que una mañana fue removido del grupo, Edward llegó acompañado de otro capataz para colocarle un arnés y llevarlo fuera siendo jalado por una correa. Esa misma semana otro nuevo pony de carreras llegó. Pero así como llegaban se iban al no aportar lo necesario. No podía evitar reír, burlándome de la mediocridad ¿De donde sacaban esos ponys?
Obviamente no podía faltar la bienvenida de los nuevos, que así como desfilaron brevemente me aseguré desde el inicio se sintieran parte del grupo élite, y que mejor manera de hacerlo que compartiendo a mi yegua personal la primera noche que pasaron ahí. Mientras me cogia a Llamarada, los invitaba a participar, ya fuera haciendo que el pelirrojo les mamara el rabo o dejándolos darle por el culo, por supuesto después de mí, "No te vengas dentro…", les decía, "Está bajo una dieta estricta de leche de pony…".
En algún punto te habrás preguntado qué caso tenía tener a un corredor que siempre ganaba, y tienes razón, apostar perdía el sentido si todos sabían quien iba a ganar, pero la gente acudía a la carrera del grupo élite simplemente para ver el derroche de masculinidad en la pista, como excusa para reunirse y pasar una buena velada, creí que el costo no le importaba al señor Pierce, agasajar a sus invitados era el principal atractivo, que equivocado estaba yo.
Durante una ceremonia se acercó un hombre maduro, resaltaba no sólo por su pulcritud, sino porque su porte era distinto al de los dem ás, no solo estaba en forma, era un hombre atractivo, vestía un atuendo fino pero muy al estilo vaquero. Me miró y me examinó, sabía perfectamente donde estaban ubicados los músculos del cuerpo, no pude evitar quejarme después de un fuerte apretón en mi muslo, "Quieto…", dijo, después revisó mi cara, tomándome de la barbilla y apretando fuertemente para que la abriera, "Tienes buenos dientes".
"¿Te gusta lo que ves?", preguntó el señor Pierce acercándose por un costado.
"Buen espécimen… pero no se compara con mis ponys…"
"¿En verdad crees que crías mejores ponys que yo?"
"Estoy seguro…"
Debí haber sospechado que algo comenzaba a gestarse con ese cruce de frases pero no presté más atención y los hombres caminaron por el jardín para seguir hablando, fue entonces que tres mujeres jóvenes se pararon frente a mí. Las chicas sonreían mientras susurraban entre ellas, pero mi interés en su plática fue más allá que el que tuve con el señor Pierce y su acompañante.
"¿Cuánto tiempo tienes?"
"Cinco meses", dijo una de ellas que reconocía de hace tiempo, era aquella joven muy bonita con el esposo amigo del señor Pierce. Entonces la chica tocó su abultado abdomen.
"¡Que suerte!", dijo otra que también recordé había visto en varias ocasiones, "Ya lo hemos intentado tres veces y nada… creímos el problema lo tenía el pony, pero sí funcionó contigo…", mi ceño se frunció, no era claro pero entendía perfectamente, ¿Que era lo que tenían en común estas mujeres junto con otras más? ¡habían sido folladas por mi!, "Quizás hoy lo intentemos otra vez, si mi esposo logra ganar la puja".
"Podrías probar con otro…", dijo la tercera.
"¡Oh no! El pony tiene el tono de piel que corre en la familia de mi esposo, ¡Sería un escándalo levantar sospechas!"
"¿Tu no tuviste ese problema?", preguntó la primera que continuaba sobando su abdomen, el cual sin duda cargaba un embarazado…
"No… mi hijo salió pelirrojo pero mi esposo tiene familia lejana en Irlanda, hemos convencido a la gente que son genes de familia", y las tres rieron a carcajadas complicemente para después girarse y retirarse de ahí. Di unos pasos hacia la chica, y alcé mi mano para tocar su hombro, necesitaba saber más, ¿acaso lo que cargaba en su vientre era un hijo mío? Mi corazón se aceleró, ¿Cuántos más habría? De pronto pasaron por mi cabeza todas las veces que me llevaron a coger con una mujer después de la ceremonia. Justo antes de poder tocar a la joven, el capataz a mi lado bajó mi brazo con un fuerte golpe de la macana.
Ya atado como todas las noches después de la ceremonia me tensé cuando el cuidador me quiso llevar a la pequeña habitación, "¿Que ocurre Champ? ¡Anda! Camina…", y pegando a mi espalda lo que sentí fue una picana avancé. El cuidador sobó mi verga, y aunque sí reaccioné al tacto tardé en lograr la erección, el hombre me dio una nalgada para empezar a moverme, no lo estaba haciendo con ánimo, lo único que pasaba por mi mente era el número de mujeres que habían pasado por ahí, cuántas estarían cargando un hijo mío.
"Ellas están aquí para que las embarace…", lo dije como un hecho más era un intento de preguntar para despejar la duda. El capataz sonrió, como si estuviera preguntando algo obvio, "¿Por qué lo hacen? ¡Esta mal!"
"¿Que dices Champ?", preguntó extrañado, "es lo mejor que te pudo haber pasado, coges con una mujer distinta cada semana, o eso crees tú ya que no logras ver quien es, muchas repiten hasta lograr el objetivo, y ¡estás libre de responsabilidades! No hay manutención ni una esposa que te esté molestando por lo caros que son los hijos… ¡dímelo a mí!"
"Si, pero… ¡son mis hijos! Y nadie me preguntó si yo quería…".
"Estás confundido Champ, esos no son tus hijos… los padres son esos señores que ves cada semana disfrutar de la vida que sus millones les dan, para ellos tú no eres nadie, ni siquiera un donador, deberías verlos en los días de campo cuando traen a los hijos, orgullosos de sus pequeños logros, presumiendo que no sólo les heredaron sus millones, sino también buenos genes, que según ellos salieron directo de sus bolas".
Fue un golpe de realidad que se sintió como balde de agua fría, y más que eso el giro inesperado que se sintió como golpe en el estómago. El amigo del señor Pierce, Ferdinand Hoof tenía en su posesión un grupo de ponys como lo éramos nosotros. Dado que las carreras se tornaron predecibles y existía una rivalidad entre los dos hombres, Jasper Pierce y Ferdinand Hoof decidieron hacer una carrera semanal en la que los dos aportarían la mitad de los corredores.
La siguiente semana la audiencia estaba a su máxima capacidad, los ánimos estaban por los cielos y la tensión ahogaba como vapor en un sauna. Los corredores del señor Hoof eran igual de impresionantes que nosotros, faltaba comprobar su determinación. Esa primera carrera la gané con dos ponys del señor Hoof pisando los talones. Tuve que entrenar más, no podía bajar la guardia, menos ahora. Y así como la competencia se tornó más dura, también el establo sufrió. De pronto ya no éramos ocho, Cobalto, Osiris y uno de los gemelos fueron expulsados, quisiera decirte que tuvieron un final feliz pero ya no supe qué fue de ellos. Las noches fueron más lúgubres esos siguientes días, Deimos lloraba por las noches extrañando a su hermano, Bali nervioso por la incertidumbre, y yo, cogiendome a Llamarada con furia, la testosterona que rogaba por que me inyectaran causaba no solo ese pico en mi lívido, sino que me tornó más agresivo. Sujetaba con fuerza al pelirrojo mientras le aplicaba una llave en su cuello para que no se moviera y darle duro por el culo, el pobre hombre se desmayaba por falta de aire simplemente porque yo lo quería inmovil para metersela.
La siguiente semana fue la que dió un nuevo giro a mi vida, la carrera era conformada por cuatro ponys del señor Pierce y cuatro del señor Hoof, me preparé para salir en postura apropiada de corredor y salí al disparo de salida. Tenía a todos a mi alrededor, yo bufaba por el esfuerzo, aunque mínima yo llevaba la ventaja y cuando sentí que tenía a alguien a mi lado daba un golpe para desestabilizar, quizás mis contrincantes se habían puesto de acuerdo, confabulando para quitarme del trono, entonces los ataques vinieron de ambos lados pero me mantuve, luego vino la traicionera táctica, un corredor detrás de mí cayó estirando sus brazos hacia mis piernas haciéndome caer y rodar por el suelo.
Después de esparcido el polvo que se levantó vi como mi racha invicta había sido saboteada. Giré para ver al pony que burlonamente reía y no pude controlarme, me fui a los golpes, el hombre no pudo contra mí, exploté de rabia y no hubo fuerza o razón que me detuviera, entonces llegaron tres capataces, ¡tres! A detenerme, no les di opción más que utilizar la picana eléctrica que fue la que me dejó en el suelo.
Desperté horas después en una pequeña celda de concreto, esa sí era una celda con puerta de metal con una sola rendija que se abría y cerraba desde afuera, el suelo estaba cubierto de heno y en un rincón había una cubeta con agua. Toqué mi espalda donde sentía el ardor de la descarga eléctrica, después vi mis manos, seguían manchadas por la sangre de aquel pony, recordé la paliza que le dí, me pregunté si estaría bien, entonces sentí el remordimiento, sabía que había perdido el control. Entonces escuché el sonido metálico de alguien abriendo la puerta la cual se abrió con un fuerte chirrido, del umbral apareció una figura que hacía tiempo no veía, golpeando su mano con la picana era Jorge el capataz.
"¡Vaya vaya! Potrito", dijo con una sonrisa de media mueca, '' ¿Así que eres un potro salvaje?".
Quise levantarme pero no pude, sentía el dolor en mi espalda, no sé cuantas veces me dieron con la picana.
"No te levantes, solo venia a ver si ya estabas despierto".
"T-ten… tengo que re-regresar al establo…".
"¿Al establo?", entonces rió, "este es tu nuevo hogar potrito, al señor Pierce no le gustan los potros salvajes… él está ahorita tratando de arreglar los problemas que le causaste…".
"¿Qué?"
"¿Creíste que te saldrías con la tuya? ¡Claro que no! No solo le rompiste la cara al pony, sino también un brazo, no me extrañaría que lo sacrificaran… eso es una deuda para el señor Pierce con su amigo… además, en la audiencia estaba un juez muy importante al cual el señor Pierce quería impresionar, sabes… este es un proyecto para promover que se implemente la esclavitud en delincuentes, el señor Pierce asegura eso hace a las personas más dóciles, menos… agresivas… ¿y que crees? Tu pequeño show de ahí afuera… el señor Pierce no está para nada contento contigo… por lo pronto aquí te quedas hasta saber qué será de ti", dicho eso, Jorge cerró la puerta con el estruendoso ruido dejándome ahí.
"¡No! ¡Por favor! ¡No! ¡No me dejé aquí!".