Debes tener al menos 18 años para leerlo, este es un trabajo de ficción, todo en esta historia proviene de mi imaginación, espero te guste, me encantaría saber tú opinión.
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Mi vida ecuestre.
Respiré hondo con calma y anticipación, apretaba el abdomen y mis muslos estaban tensos esperando la señal. De pronto, salimos disparados con el pitazo de salida, los nueve atletas corríamos por la pista, todos buscando la medalla de oro de la competencia de 400 metros planos. Los presentes vitoreaban a su preferido, mientras yo, enfocado en cada zancada trataba de aislarme de los gritos, no porque fuera mi estrategia, sino porque no tenía a nadie en las gradas apoyándome.
Me llamo Raul, tengo 19 años y curso la carrera de administración de empresas, los deportes siempre han sido mi pasatiempo, o bien fueron mi escape desde adolescente cuando perdí a mis padres. Después de su accidente tuve que mudarme con un tío lejano, y no solo me refiero a distancia, él ni siquiera era hermano de alguno de mis padres, era un primo segundo al cual nunca frecuentamos, pero al ser el único familiar económicamente capaz de acogerme fui a vivir con él.
Mi tío estaba casado y tenía dos hijos, y aunque es bastante decir que me dieron techo y comida, nunca me sentí que pertenecía, ellos realizaban sus actividades en familia y quizás porque al principio me negaba a acompañarlos, hubo un momento en que dejaron de considerarme. Un día que estaba solo en casa, salí a caminar y fue que al llegar a un parque me topé con las canchas de juego, fútbol, basquetbol, entre otras, fue cuando encontré mi refugio en el deporte.
Seguí corriendo por la pista, sentía la cercanía de dos atletas corriendo a mis costados, sabía que algunos ya se habían quedado atrás y la disputa de los tres primeros lugares estaba entre nosotros. Corrí con fuerza, mientras lo hacía era inevitable recordar mi niñez y mi adolescencia, en lo orgullosos que estarían mis padres viéndome desde las gradas. Era el momento de dar el último esfuerzo, corrí dejando atrás al competidor de mi derecha pero de reojo vi como el otro atleta iba a la par conmigo, escuchaba los gritos de la gente que iban en aumento, por más que quise dar más crucé la meta en segundo lugar.
Traté de recobrar el aliento flexionando mis piernas y apoyándome en mis rodillas, observé con celo como el ganador del primer lugar era alzado del suelo por familia y amigos que felizmente festejaban, quizás había sido mejor así, quizás si hubiera ganado hubiera sido una victoria agridulce al no tener con quien compartir.
Caminé fuera de la pista rumbo a los vestidores del estadio universitario, de paso sentí una palmada en mi hombro, era mi entrenador felicitandome por el esfuerzo, el siempre tiene las palabras correctas para alentarme a seguir, pero esa ocasión se notaba ansioso, "Raul! Necesitamos hablar... bueno, dame unos minutos, primero necesito hablar con alguien más, lo tienes que conocer! Esto es bueno!", dijo sonriendo levantando su puño con el pulgar hacia arriba.
Me quité la camiseta de entrada al vestidor, la delgada y elástica tela del uniforme deslizándose pegada a mi cuerpo esbelto y tonificado, la lancé al suelo a un lado de mi maleta. Me senté en una banca y me quite mis tennis, saqué mi toalla y la colgué en mi hombro para quitarme mi short, del mismo material de mi camiseta, elástico y ceñido perfecto para correr.
Caminé a las regaderas, un área abierta con regaderas a lo largo de la pared de azulejo. Colgué mi toalla y dejé caer por un rato el agua, limpiando el sudor y un poco la decepción de no haber ganado el primer lugar. Incliné mi cabeza hacia abajo, el agua caía en mi cabeza y cerré los ojos mientras apoyaba mis manos en la pared, me vi envuelto en una paz y tranquilidad que me tomó unos minutos darme cuenta que seguía solo. No es raro que algunos competidores prefieran retirarse después de la competencia sin ducharse, pero siempre he de toparme con algunos que prefiere hacerlo inmediatamente. Miré a los lados y fue un poco extraño, entonces giré por completo al acceso hacia el vestidor, de pie, un hombre maduro observándome detenidamente.
"Oh!", solo exclamé por la sorpresa.
"No te apures, termina de ducharte", dijo el hombre con una voz grave pero calmada.
"Ehm… ya… terminé…", cerré la llave del agua. Estaba acostumbrado a usar los vestidores y a la desnudez que implica, la verdad es que estoy muy agusto con mi cuerpo, soy moreno claro y de complexión delgada, tonificado por los deportes, mi cabello es corto y castaño oscuro, mi cuerpo es casi lampiño, las zonas donde pudiera tener algo de vello las rasuro o depilo cada que es necesario. No me da pudor estar desnudo frente a otras personas, pero estar desnudo frente a un desconocido que te esta mirando fijamente puede ser incómodo. Traté de escurrir el agua con mis manos antes de tomar mi toalla y no empaparla, recorrí con mis manos desde mi cuello, pasando por mis hombros y biceps que estan bien marcados, mi pecho definido adornado por los dos óvalos pequeños que tengo por pezones, mas abajo, mi abdomen plano guiando a mi pubis con el vello recortado. Mis piernas es lo más trabajado que tengo de mi cuerpo, con dos muslos perfectamente torneados. Finalmente tomé la toalla y secando un poco mi cuerpo la enrede en mi cintura cubriendo mi entonces flácido pene casi cubierto completamente por el prepucio, salvo por la puntita que se alcanza a asomar ligeramente, "¿Lo puedo ayudar en algo?", le pregunté caminando a su lado, dirigiéndome hacia mis cosas, "Si busca a alguien…", mire alrededor haciéndole notar lo evidente.
"Vengo a buscarte a ti, Raul...", dijo seriamente, para después dibujar una sonrisa en su rostro. Me tomó por sorpresa que fuera a buscarme a mi, pero aún más que supiera mi nombre, y paré en seco. El hombre, que se notaba de edad madura dio unos pasos hacia mi, comencé a sentirme nervioso, "Llevo tiempo buscando a alguien como tú y…", cuando noté que levantaba su mano no supe cuales eran sus intenciones y me preparé a reaccionar, lo empujaria o le daría un puñetazo si intentaba algo, pero de pronto se abrió la puerta hacia el vestidor, era mi entrenador.
"Ya no viene nadie", dijo con una sonrisa y caminó hacia nosotros, sentí un poco de tranquilidad pero seguía perdido, "Raul! ¿Ya te dijo?", se oía emocionado, yo solo negué con la cabeza.
"Le pedí a tu entrenador les dijera a los demás muchachos que el vestidor estaba cerrado, necesitaba un poco de privacidad para hablar contigo, disculpa el capricho", por fin relajé mi ceño.
"Raul! Es un caza talentos! Y te quiere a ti!", alzó la voz mi entrenador, era más que evidente su euforia.
"!¿Que?!", pregunté asombrado.
"No precisamente", sonrió el hombre, "Deja me presento, me llamo Benjamín Champ", dijo estirando la mano hacia mi, a simple vista se veía un hombre común, de edad adulta, canoso, bien vestido, con camisa y pantalón khaki, un hombre simple como mi entrenador, pero al escuchar su apellido no tan común en la región supuse que quizás no era de por aquí, estrechó su mano conmigo y continuó, "Como decía, te he visto competir Raul, y la verdad es que me tienes impresionado, ¿Cual es tu tiempo en los 400?"
"Ehm… 45 señor", dije refiriéndome a los segundos que tardo en hacer la carrera.
"Wow! Excelente!"
"Solo que hoy no fue mi dia…"
"Por eso estoy aquí…", dijo el señor Benjamín, "Quiero ofrecerte mi ayuda para alcanzar tu mayor potencial…"
"Lo ves!", dijo mi entrenador, "Nos van a patrocinar!", no cabía de emoción, mi entrenador ya se veía en los juegos panamericanos, incluso en las olimpíadas.
"Muchas gracias, señor…", dije con asombro, genuinamente agradecido, "pero no entiendo… ¿aunque haya ganado hoy el segundo lugar? digo, no quiero sonar como un tonto ante esta oportunidad pero… hay alguien mejor que yo allá afuera…"
"Claro que no Raul", dijo el hombre, ahora si acercándose a mí, posando su suave y cálida mano en mi hombro, "Yo veo en ti algo que él, o todos ellos allá fuera no tienen…"
A veces no creemos que cosas buenas nos pueden pasar, o que hay personas dispuestas a ayudar sin obtener nada a cambio. Después confirmaría que tan cierto era eso.
No platicamos más ese día, más que la propuesta del señor Benjamín de ayudarme a mejorar, me hizo saber que estaba dispuesto a pagar por mi entrenamiento, incluso mi estancia y comida para elevar mi potencial. Mi entrenador y yo no cabiamos de la emoción. Acordamos que al día siguiente nos reuniriamos en un restaurante para cenar y platicar más al respecto.
Al día siguiente, mientras decidía que vestir sonó una notificación en mi celular, no sabia si usar algo casual o algo más formal, era como ir a una reunión de negocios, decidí por el pantalón chino y una camisa de botones. El mensaje era del señor Benjamín, se ofrecía amablemente a enviar un coche por mí y llevarme a su hotel y de ahí partir juntos al restaurante que estaba ahí mismo. Me sentí como todo un atleta profesional, el coche me recogió y me llevó a al hotel, subí al piso indicado y toqué en la habitación, me recibió el señor Benjamin en una habitación moderadamente lujosa, quizás mi mente voló un poco e imaginé se hospedería en una suite al ser un hombre que puede gastar de más, como patrocinar atletas.
La habitación estaba impecable, incluso la maleta del señor Benjamín estaba sobre la cama. "Después de nuestra cena tengo que viajar ", me aclaró, "Te cité aquí primero porque me gustaría brindar antes, nosotros dos, no malentiendas, me agrada tu entrenador, tomalo como un gesto de que este trato es entre tu y yo antes que nadie mas", el señor tenía lista una botella de vino espumoso que sirvió en dos copas. En el momento, me distraje un instante por mi celular, pero enseguida tuve de frente al señor Benjamín dándome una copa.
"Salud!"
Mi celular volvió a sonar, era un mensaje de mi entrenador, me decía que ya estaba en el restaurante. Le contesté que había ido primero al hotel y de ahí bajariamos juntos al restaurante.
"¿Están en el hotel? Bien, los espero, Me darán tiempo de tomarme una o dos cervezas en lo que llegan", contestó en otro mensaje.
"Ya bajamos al restaurante en un minuto."
"Si. Y luego tienen que cruzar toda la ciudad"
"¿De qué hablas?"
"Estoy en el restaurante Coriander de poniente, donde me citaron, estoy al otro lado de la ciudad."
Fue muy extraño, debía haber una confusión, entonces sentí un ligero mareo.
"Señor Ben…", di unos pasos, no estoy acostumbrado a tomar alcohol, y ese vino debió ser muy fuerte, "Creo que…"
"¿Que pasa muchacho?", se acercó a mi, "¿Te sientes bien?", me preguntó deslizando su mano por mi espalda agarrándome del hombro e inclinadome hacia él, "sientate, sientate aquí en la cama", dijo, yo sentía más mareo.
"Mi entren… esta…"
"No digas nada… descansa…", y entonces sentí sus suaves dedos cerrando mis ojos, para después desplomarme en la cama.